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Conocimiento del riesgo

Conocimiento del riesgo

La identificación o conocimiento del riesgo corresponde en general a la percepción individual, la representación social y la estimación objetiva del mismo. Para poder intervenir el riesgo es necesario reconocerlo, dimensionarlo (medirlo) y representarlo mediante modelos, mapas, índices, etc, que tengan significado para la sociedad y para los tomadores de decisiones. Metodológicamente involucra la valoración de las amenazas factibles, los diferentes aspectos de la vulnerabilidad de la sociedad ante dichas amenazas y su estimación como una situación de posibles consecuencias de diferente índole en un tiempo de exposición definido. Su evaluación, con fines de intervención, tiene sentido cuando la población lo reconoce y lo comprende (Cardona, et al., 2005).


Identificar y estimar el riesgo de los elementos expuestos y analizar su origen y evolución a lo largo del tiempo, constituye una herramienta de diagnóstico que permite priorizar el tipo de medidas y acciones de carácter político, económico, social y ambiental, para neutralizar o reducir dicho riesgo mediante acciones de intervención y planificación, y lograr así un desarrollo equilibrado.


La ley 1523 de 2012 define la identificación del riesgo como “El proceso de la gestión del riesgo compuesto por la identificación de escenarios de riesgo, el análisis y evaluación del riesgo, el monitoreo y seguimiento del riesgo y sus componentes y la comunicación para promover una mayor conciencia del mismo que alimenta los procesos de reducción del riesgo y de manejo de desastres”.


Para la identificación del riesgo cobran importancia 3 aspectos fundamentales:


El primero de ellos es la Evaluación de la amenaza, que puede definirse como el “pronosticar” la ocurrencia de un fenómeno y que es realizada por instituciones técnicas y científicas relacionadas generalmente con campos afines a la geología, la hidrometeorología y procesos tecnológicos, las cuales de acuerdo con estudios que varían desde estimaciones generales hasta análisis detallados, plasman en mapas de diferentes escalas la cuantificación de la amenaza y una zonificación cartográfica. A estos mapas se les denomina “Mapas de amenaza”, los cuales se convierten en un insumo fundamental para el ordenamiento territorial o la planeación física, especialmente cuando se trata de determinar la aptitud ambiental de posibles zonas de expansión urbana o de localización de nueva infraestructura.


El segundo de estos aspectos es la Evaluación de la vulnerabilidad, que se define como un proceso mediante el cual se analiza y se determina el nivel de exposición que tiene un elemento de verse afectado o de sufrir una perdida ante una amenaza específica. Este tipo de evaluación puede clasificarse desde el punto de vista técnico o social, siendo la primera más factible de cuantificar en términos físicos y funcionales, por ejemplo en pérdidas potenciales referidas a los daños o la interrupción de los servicios, a diferencia de la segunda, que prácticamente sólo puede valorarse cualitativamente y en forma relativa, debido a que está relacionada con aspectos económicos, educativos, culturales, ideológicos, etc., que a menudo se pueden evaluar mediante índices o indicadores.

 

En último lugar se encuentra la Percepción del riesgo, que al igual que la amenaza también puede plasmarse en mapas y se obtiene de relacionar la amenaza o probabilidad de ocurrencia de un fenómeno, con la vulnerabilidad de los elementos expuestos.

 

Es importante que tengamos en cuenta entonces que el riesgo es posible intervenirlo o modificarlo simplemente reduciendo las condiciones de vulnerabilidad y comprendiendo que los fenómenos de la naturaleza son amenazas en la medida en que los asentamientos humanos sean vulnerables.

(Fuente: Maskrey, et al., 1993; Cardona, et al., 2005 y Ley 1523 de 2012).

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